Vivimos tiempos de profunda contradicción. Mientras el mundo desvía la mirada, el pueblo palestino continúa sufriendo matanzas indiscriminadas, hambre y crímenes que, aunque condenados en foros internacionales, permanecen impunes. La indignación parece diluirse en declaraciones vacías y en una inacción que pesa más que cualquier discurso. Europa, antaño referente de la democracia y defensora de los derechos humanos, se ha colocado hoy de rodillas ante los designios del imperialismo y la figura del presidente estadounidense Donald Trump. Un continente que alguna vez proclamó libertad, ahora calla frente a los atropellos que legitima con su silencio.

Al mismo tiempo, la guerra en Ucrania se nos presenta bajo un relato único: Zelensky convertido en héroe, Putin en villano absoluto. Pero rara vez se habla de lo ocurrido desde 2014, ni del desgaste de una guerra que ha llevado a Ucrania a un callejón sin salida. El sacrificio de sus jóvenes en un conflicto interminable solo anticipa un futuro más sombrío. Y mientras tanto, Netanyahu e Israel perpetran, con el respaldo de Estados Unidos y la complacencia europea, un genocidio que apenas encuentra eco en la conciencia global.

El capitalismo, cada vez más exhausto, muestra sus grietas en las decisiones erráticas de la Unión Europea, el Reino Unido y el conjunto de la OTAN, que obedecen sin rumbo a Washington. Y lo que se avecina no es estabilidad, sino más penurias para sus pueblos, sostenidas por la cobardía del resto del mundo. España no escapa a esta dinámica. La derecha, la extrema derecha, la socialdemocracia y hasta una parte de la autoproclamada izquierda han convertido la política en un espectáculo mediático, abandonando a una ciudadanía golpeada por la precariedad y expuesta, además, a la manipulación diaria de los medios y las redes sociales. Sin una izquierda transformadora, una izquierda con raíz marxista-leninista, que sea capaz de confrontar y superar este sistema, el futuro será un lento y cruel declive del capitalismo. Y en ese proceso, las clases trabajadoras, lejos de rebelarse contra sus enemigos, seguirán siendo manipuladas para sostener el mismo orden que las condena.

La pregunta es inevitable: ¿hasta cuándo seguiremos mirando hacia otro lado?

Félix Diez en la plaza de Torroella de Fluviá

“A raíz del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás cometió aquel atentado y, después, cuando Israel empezó a bombardear la Franja de Gaza indiscriminadamente, dije que ya no podía más. Pensé que teníamos que hacer algo porque esta guerra se tendría que haber detenido”, reflexiona el activista Félix Diez Santos, quien, cada domingo al mediodía, se sitúa en la plaza de Torroella de Fluvià, su pueblo, para protestar contra la guerra.